Siempre he considerado a la gente de más edad como sabia, por el cúmulo de experiencia que llevan a cuestas. Y una de esas personas es mi abuela. A sus 73 años, a pesar de dolores y tragos amargos, sigue siendo tan dicharachera (con todo respeto). Ayer, ante el comentario de mi madre de que su nieto consentido ya no la querría por haberlo regañado, espetó:
"¡No le hace que vuelen muy alto, si nomás echándoles maíz bajan!"
Y así tiene otras:
"Unos corren tras la liebre y otros la encuentran echada"
"Saben dorar el arroz y no se les quema" ¨
"No, pues a éste le gusta el arroz por seco y el fideo por aguado!"
etc etc.
Un día voy a presentar a Don Enrique y a mi abuela, me cae que de sus conversaciones saldrían manantiales de sabiduría. Una probadita de las frases célebres de Don Enrique:
"Perdón, señorita la pisé"
"Sobre el muerto las coronas"
"Tu boca es la medida"
"Papantla, tus hijos volan"
"Por qué las mujeres perdidas son las más buscadas"
"Esas son discusiones bizantinas"
"No somos nada, ni parientes siquiera!"
and so on. Ya cuando empieza con su "Dicen, y dicen bien.." ya estoy a la expectativa de ver qué frase esgrimirá.
Un momento! No he explicado quién es Don Enrique. ¡Qué mala educación la mía! Es un jovial miembro de la Comunidad del Anodillo (The Fellowship of the Anode), o parte de mi equipo de trabajo en KEMET Electronics Co. Aun cuando en edad es el mayor, en ánimos es más joven que muchos del equipo. Además, es todo un caballero! Todos los días recibo un piropo educado de su parte, alabando mi arreglo personal.
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