"Yo no busco la felicidad; la felicidad me busca a mí, y gustosa le abro la puerta."
Noor-Hal Cuellar
Es un ingenuo aquél que se lanza a la aventura de ir por el mundo, emprendiendo mil y una cosas en pos de encontrar la felicidad a su paso. Es algo absurdo. Mi humilde opinión intuye que aquellos que se lanzan a la búsqueda de un estado de absoluta alegría y felicidad, son como los aventureros españoles que abandonaron todo en pos de hallar las Siete Ciudades de Cíbola, o Eldorado. Malas noticias para ellos, el estado de absoluta y perenne felicidad no existe. Nuestra vida se desliza impasible entre claros y oscuros, somos una conjunción eterna del yin y del yang. Así como topamos a nuestro paso con desventuras y desaguisados, con infortunios y tragos amargos, la vida nos depara así mismo momentos de tranquilidad y sosiego, de alegría y entusiasmo, de sonrisas y diversión. Somos unos entes deambulando entre matices grises, ni blanco ni negro del todo.
Si uno busca a un ser humano feliz, lo encontrará viendo la televisión, escribiendo sonetos, corriendo contra el viento o divirtiéndose como niño. Sin embargo, si lo vigiláramos de cerca a cada momento de su vida, nos daríamos cuenta de que la misma no transcurre sumergida en la felicidad extrema, sino que es como cualquier otra, se mantiene oscilando entre crestas y valles, entre sinsabores y regocijos, entre desdicha y gozo. Sin embargo, hay algo intrínseco que le ayuda a definirse como feliz: saber valorar cada momento, y no dejar que las amarguras experimentadas le hagan renegar una costumbre. Luchan a menudo con las emociones negativas, y buscan siempre no darle demasiado peso a la teja que no tienen. Aprenden a valorar los momentos alegres que la vida les dispensa, y saben apreciar los tropiezos, porque les ayudan a justipreciar las ocasiones en que el júbilo visitó sus corazones y se sintieron inundados de un tremendo sentimiento optimista, y a darse cuenta que la vida no te da nada por seguro, y que hay que vivir el presente, dejando algo para el futuro, tomando ejemplo del pasado.
¿Por qué los seres humanos no nos damos cuenta de que el instante que nos quejamos amargamente de nuestra situación, es un instante desperdiciado en que podríamos realizar algo más provechoso? ¿Por qué tanta gente hasta se regodea emanando en cada poro de su piel la depresión, el desasosiego en el que viven, siendo que podrían ponerse en actividad y salir adelante si decidieran desterrarles?
El que lea esto debe pensar que la que escribe es una persona que flota en las ondas de la felicidad, y que ningún motivo de preocupación ataca su cabeza, y créame que no es así. Estoy desempleada, no he tenido chance de ir al gimnasio, las cosas no salieron como lo planée al estar grabando discos, y soy presa de una rinitis alérgica aguda, la cual extrajo toda mi energía física, y atormenta mis oídos, nariz y garganta con sus dolencias características, amén de otros quebrantos. Sin embargo, sé que la felicidad no es eterna, y trato de no hacer mucho énfasis en la situación ¿desesperanzadora? en la que me encuentro. Lo que tenga que sonar ya sonará, y sólo se vive una vez. Aunque de repente me dé por maldecir cómo me siento, doy gracias por esta rinitis alérgica, porque así le daré su valor justo a mi salud. Doy gracias por todo lo demás, así que aunque me estrese de vez en cuando, tiro mis preocupaciones al viento, y vivo la vida, sin ponerme a pensar demasiado.
Por eso, mi consejo es: no busque la felicidad, que ella vendrá sola a su puerta. Solamente hay que esforzarse por ser mejores, por hacer lo que tengamos que hacer con el mejor esfuerzo, y la felicidad llegará a nuestra morada de visita, mas no se quedará de planta.
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