Estos son los únicos dos sonetos que he escrito... espero que pronto sean más...
SONETOS
Noor-Hal Cuellar
Ayer la pregunta surgió en tu mirar
no descifras el por qué de las cosas
por qué eres la imagen sacra en mi altar
a la cual llevo mis mejores rosas.
No sabes que tú salvaste mi vida
estaba hundida, le diste claridad
mi sensatez se derrumbó vencida
desterraste de mí la mediocridad.
Una verdad que tiene que expresarse
contigo vale la pena arriesgarse
eres por quien puedo quemar mis naves.
Eres un reto, lo dice tu mirada
lucharé por tí, para perder no hay nada
la esperanza se cuela hoy por mi ventana.
__________________________________
El dolor martiriza mi cabeza,
el cielo gris la inunda de reclamos,
he quitado del jardín la maleza,
y del corazón afectos malsanos.
Es triste ver que todo lo que sentía
se dispersó como bruma matinal
aquel amor que permanente creía
fue disuelto por la lluvia como sal.
Empero la tristeza no me agobia
voy decidida, con determinación
la vida sigue, no estoy sola.
Si tu recuerdo surge en cada canción
le sonreiré firme, no desatino
la sonrisa alumbrará mi camino.
Thursday, December 30, 2004
Wednesday, December 29, 2004
Milagro
¿Qué es un milagro? Es una manifestación divina en nuestras vidas, una muestra de que el Dios en que creemos existe. Es cuando aquel destinatario del mismo siente que en algún aspecto, se ha aligerado la carga de su espalda por intervención celestial. Algunos le han dado la acepción de "acción sin explicación lógica".
¿Por qué si la base de nuestra fe se basa en milagros, por qué no parecen ocurrir a menudo en nuestros días? Tengo una hipótesis. Creo que en la proporción de que la humanidad va avanzando científica y tecnológicamente, los milagros siguen ocurriendo, pero a veces lo atribuimos a acciones humanas y no nos sorprendemos. Personalmente tengo una historia que contar, que apoya dicha hipótesis. Bueno, más bien dos. Todo se origina en mi necesidad incesante de utilizar anteojos desde temprana edad debido a la miopía. Eso me llevó a utilizar lentes de contacto durante 4 años, hasta que un accidente me originó una úlcera córneal que ponía en riesgo la visión de mi ojo derecho. No podría utilizar lentes de contacto por un buen tiempo. Debía usar cinco tipos distintos de gotas cada dos horas. Estrechez económica, situación incómoda para mí y mi madre. Probabilidad de ser intervenida quirúrgicamente si la úlcera no cedía. Mi propia desatención causó una severa astilladura en los anteojos, sumiéndonos en un estado de desesperación profunda. Y aquí aparece San Charvel, patrono de las causas difíciles. Una petición materna, y ocurrieron dos milagros. Uno, la astilladura que amenazaba con tornar mis gafas inservibles se retrajo lo mayormente posible, y la úlcera, reconocida como caso severo, cedió sin dejar cicatriz alguna. Cualquiera puede argumentar lo que sea, pero así las medicinas hubieran sido instrumento de curación, alguien de allá arriba ayudó a que las cosas salieran lo mejor posible, cuando se ha sabido de casos que no se curan así de fácil. Y ahí no queda la cosa.
Un año después, me hallaba de vacaciones en mi ciudad dado que era Semana Santa. Estaba viendo una de las consabidas películas de la temporada, acerca del ministerio de Jesucristo, su pasión, muerte y resurrección. Una de las escenas se refería a la ocasión en la que Jesús le otorgó el don de la vista a un ciego, pero tan cargada de emoción, que las lágrimas no demoraron de caer sobre mis mejillas. Me quité los lentes de armazón, y traté de ver lo que me rodeaba, con mis 6 puntos de miopía, un esbozo borroso, un sfumato desdibujado de la realidad en la que vivía. ¿Qué es la miopía sino una ceguera parcial? Creo que la persona que no sufre de disfunciones visuales no sabe la desesperación que se siente tener que depender de la ayuda que te proporcionen un par de cristales para desenvolverte correctamente, y que sin ellos seas alguien que entrecierra los párpados para tratar de dilucidar qué es lo que tiene unos pasos más allá.
Dios sabe cómo lloré al ver la dicha que experimentaba aquel ciego al poder apreciar nítidamente las imágenes, y cómo le pedí poder experimentar esa dicha sin necesitar tener mis lentes puestos. Unos minutos pasaron, y nada ocurrió. Desistí de estar molestando al Supremo Creador con mis minucias, y seguí viendo la película en cuestión. Pero él no desistió.
El doctor que me había atendido con lo de la úlcera, me había comentado que debido al problema en cuestión, era difícil pensar que sería una candidata adecuada para corrección de miopía con rayo láser. Entonces, llegado el verano, empecé a pensar en la factibilidad de realizar esa operación, dado a que había recibido una beca, pero dicha advertencia, aunado a la onerabilidad de la cirugía en cuestión, me hacía verlo como algo lejano, casi imposible. Sin embargo, en el momento menos esperado, supe de un excelente médico regiomontano, que llevaba a cabo la operación a precios económicos. Hicimos la cita, y se mostró accesible a que en el caso de que los exámenes preliminares fueran negativos, no los cobraría, y en caso contrario, la operación se llevaría a cabo unos minutos después.
Aún recuerdo ese viernes en que, con los nervios a flor de piel, descendí del taxi acompañada por mi madre y nos dirigimos al consultorio del doctor. Unos minutos después, el galeno nos comentaba asombrado, que los exámenes no arrojaban residuos de alguna afección ocular pasada, y que los resultados me otorgaban la calificación de candidata. Dos horas después, mi asombro aún me enmudecía, dado que parecía que la luz se había hecho ante mí. Ya han transcurrido 2 años, 4 meses, 9 días que la luz ha iluminado mis pupilas, y que mi vista es perfecta, mis reflejos se han agudizado. Recuperar al cien por ciento el don de la vista me ha permitido asimilar algo. Quizá Dios no me concedió el milagro inmediato de recobrar de un momento a otro la vista perfecta, no me otorgó el presenciar un acto sin explicación humanamente posible; sin embargo, me hizo entender que para llevar a cabo un milagro, Dios se puede valer de muchas cosas, incluidos los adelantos científicos y tecnológicos, y despejarnos el camino que nos lleve a obtenerlo. Siendo que las posiblidades económicas de mi familia no me permitirían hacer un gasto tan grande, todo se dió para que la operación se llevase a cabo, y aparte, que tuviese las condiciones necesarias para someterme a ella. Tuve el dinero, encontré al doctor indicado, pude tener las condiciones y todo salió a pedir de boca.
Me resulta imposible, después de ello, que haya personas en este mundo que nieguen la existencia de Dios, siendo tanto lo que le debemos. Nos ha ayudado a salir adelante en muchos aspectos, para que quizá se remarque el significado de la fe, creer sin ver, sin que como por arte de magia los ciegos vean y los muertos resuciten. Podría escribir cientos y cientos de casos en que se han salvado vidas y se han curado casos casi perdidos, que pueden atribuirse a la intervención humana de médicos y enfermeras, pero que creo que Dios ha puesto su granito de arena en ellos. Utiliza instrumentos para que los milagros se den.
¿Qué es un milagro? Quizá no pueda explicarlo, pero lo he vivido: mis ojos son prueba viviente de ello.
¿Por qué si la base de nuestra fe se basa en milagros, por qué no parecen ocurrir a menudo en nuestros días? Tengo una hipótesis. Creo que en la proporción de que la humanidad va avanzando científica y tecnológicamente, los milagros siguen ocurriendo, pero a veces lo atribuimos a acciones humanas y no nos sorprendemos. Personalmente tengo una historia que contar, que apoya dicha hipótesis. Bueno, más bien dos. Todo se origina en mi necesidad incesante de utilizar anteojos desde temprana edad debido a la miopía. Eso me llevó a utilizar lentes de contacto durante 4 años, hasta que un accidente me originó una úlcera córneal que ponía en riesgo la visión de mi ojo derecho. No podría utilizar lentes de contacto por un buen tiempo. Debía usar cinco tipos distintos de gotas cada dos horas. Estrechez económica, situación incómoda para mí y mi madre. Probabilidad de ser intervenida quirúrgicamente si la úlcera no cedía. Mi propia desatención causó una severa astilladura en los anteojos, sumiéndonos en un estado de desesperación profunda. Y aquí aparece San Charvel, patrono de las causas difíciles. Una petición materna, y ocurrieron dos milagros. Uno, la astilladura que amenazaba con tornar mis gafas inservibles se retrajo lo mayormente posible, y la úlcera, reconocida como caso severo, cedió sin dejar cicatriz alguna. Cualquiera puede argumentar lo que sea, pero así las medicinas hubieran sido instrumento de curación, alguien de allá arriba ayudó a que las cosas salieran lo mejor posible, cuando se ha sabido de casos que no se curan así de fácil. Y ahí no queda la cosa.
Un año después, me hallaba de vacaciones en mi ciudad dado que era Semana Santa. Estaba viendo una de las consabidas películas de la temporada, acerca del ministerio de Jesucristo, su pasión, muerte y resurrección. Una de las escenas se refería a la ocasión en la que Jesús le otorgó el don de la vista a un ciego, pero tan cargada de emoción, que las lágrimas no demoraron de caer sobre mis mejillas. Me quité los lentes de armazón, y traté de ver lo que me rodeaba, con mis 6 puntos de miopía, un esbozo borroso, un sfumato desdibujado de la realidad en la que vivía. ¿Qué es la miopía sino una ceguera parcial? Creo que la persona que no sufre de disfunciones visuales no sabe la desesperación que se siente tener que depender de la ayuda que te proporcionen un par de cristales para desenvolverte correctamente, y que sin ellos seas alguien que entrecierra los párpados para tratar de dilucidar qué es lo que tiene unos pasos más allá.
Dios sabe cómo lloré al ver la dicha que experimentaba aquel ciego al poder apreciar nítidamente las imágenes, y cómo le pedí poder experimentar esa dicha sin necesitar tener mis lentes puestos. Unos minutos pasaron, y nada ocurrió. Desistí de estar molestando al Supremo Creador con mis minucias, y seguí viendo la película en cuestión. Pero él no desistió.
El doctor que me había atendido con lo de la úlcera, me había comentado que debido al problema en cuestión, era difícil pensar que sería una candidata adecuada para corrección de miopía con rayo láser. Entonces, llegado el verano, empecé a pensar en la factibilidad de realizar esa operación, dado a que había recibido una beca, pero dicha advertencia, aunado a la onerabilidad de la cirugía en cuestión, me hacía verlo como algo lejano, casi imposible. Sin embargo, en el momento menos esperado, supe de un excelente médico regiomontano, que llevaba a cabo la operación a precios económicos. Hicimos la cita, y se mostró accesible a que en el caso de que los exámenes preliminares fueran negativos, no los cobraría, y en caso contrario, la operación se llevaría a cabo unos minutos después.
Aún recuerdo ese viernes en que, con los nervios a flor de piel, descendí del taxi acompañada por mi madre y nos dirigimos al consultorio del doctor. Unos minutos después, el galeno nos comentaba asombrado, que los exámenes no arrojaban residuos de alguna afección ocular pasada, y que los resultados me otorgaban la calificación de candidata. Dos horas después, mi asombro aún me enmudecía, dado que parecía que la luz se había hecho ante mí. Ya han transcurrido 2 años, 4 meses, 9 días que la luz ha iluminado mis pupilas, y que mi vista es perfecta, mis reflejos se han agudizado. Recuperar al cien por ciento el don de la vista me ha permitido asimilar algo. Quizá Dios no me concedió el milagro inmediato de recobrar de un momento a otro la vista perfecta, no me otorgó el presenciar un acto sin explicación humanamente posible; sin embargo, me hizo entender que para llevar a cabo un milagro, Dios se puede valer de muchas cosas, incluidos los adelantos científicos y tecnológicos, y despejarnos el camino que nos lleve a obtenerlo. Siendo que las posiblidades económicas de mi familia no me permitirían hacer un gasto tan grande, todo se dió para que la operación se llevase a cabo, y aparte, que tuviese las condiciones necesarias para someterme a ella. Tuve el dinero, encontré al doctor indicado, pude tener las condiciones y todo salió a pedir de boca.
Me resulta imposible, después de ello, que haya personas en este mundo que nieguen la existencia de Dios, siendo tanto lo que le debemos. Nos ha ayudado a salir adelante en muchos aspectos, para que quizá se remarque el significado de la fe, creer sin ver, sin que como por arte de magia los ciegos vean y los muertos resuciten. Podría escribir cientos y cientos de casos en que se han salvado vidas y se han curado casos casi perdidos, que pueden atribuirse a la intervención humana de médicos y enfermeras, pero que creo que Dios ha puesto su granito de arena en ellos. Utiliza instrumentos para que los milagros se den.
¿Qué es un milagro? Quizá no pueda explicarlo, pero lo he vivido: mis ojos son prueba viviente de ello.
Wednesday, December 01, 2004
Búsqueda de la felicidad
"Yo no busco la felicidad; la felicidad me busca a mí, y gustosa le abro la puerta."
Noor-Hal Cuellar
Es un ingenuo aquél que se lanza a la aventura de ir por el mundo, emprendiendo mil y una cosas en pos de encontrar la felicidad a su paso. Es algo absurdo. Mi humilde opinión intuye que aquellos que se lanzan a la búsqueda de un estado de absoluta alegría y felicidad, son como los aventureros españoles que abandonaron todo en pos de hallar las Siete Ciudades de Cíbola, o Eldorado. Malas noticias para ellos, el estado de absoluta y perenne felicidad no existe. Nuestra vida se desliza impasible entre claros y oscuros, somos una conjunción eterna del yin y del yang. Así como topamos a nuestro paso con desventuras y desaguisados, con infortunios y tragos amargos, la vida nos depara así mismo momentos de tranquilidad y sosiego, de alegría y entusiasmo, de sonrisas y diversión. Somos unos entes deambulando entre matices grises, ni blanco ni negro del todo.
Si uno busca a un ser humano feliz, lo encontrará viendo la televisión, escribiendo sonetos, corriendo contra el viento o divirtiéndose como niño. Sin embargo, si lo vigiláramos de cerca a cada momento de su vida, nos daríamos cuenta de que la misma no transcurre sumergida en la felicidad extrema, sino que es como cualquier otra, se mantiene oscilando entre crestas y valles, entre sinsabores y regocijos, entre desdicha y gozo. Sin embargo, hay algo intrínseco que le ayuda a definirse como feliz: saber valorar cada momento, y no dejar que las amarguras experimentadas le hagan renegar una costumbre. Luchan a menudo con las emociones negativas, y buscan siempre no darle demasiado peso a la teja que no tienen. Aprenden a valorar los momentos alegres que la vida les dispensa, y saben apreciar los tropiezos, porque les ayudan a justipreciar las ocasiones en que el júbilo visitó sus corazones y se sintieron inundados de un tremendo sentimiento optimista, y a darse cuenta que la vida no te da nada por seguro, y que hay que vivir el presente, dejando algo para el futuro, tomando ejemplo del pasado.
¿Por qué los seres humanos no nos damos cuenta de que el instante que nos quejamos amargamente de nuestra situación, es un instante desperdiciado en que podríamos realizar algo más provechoso? ¿Por qué tanta gente hasta se regodea emanando en cada poro de su piel la depresión, el desasosiego en el que viven, siendo que podrían ponerse en actividad y salir adelante si decidieran desterrarles?
El que lea esto debe pensar que la que escribe es una persona que flota en las ondas de la felicidad, y que ningún motivo de preocupación ataca su cabeza, y créame que no es así. Estoy desempleada, no he tenido chance de ir al gimnasio, las cosas no salieron como lo planée al estar grabando discos, y soy presa de una rinitis alérgica aguda, la cual extrajo toda mi energía física, y atormenta mis oídos, nariz y garganta con sus dolencias características, amén de otros quebrantos. Sin embargo, sé que la felicidad no es eterna, y trato de no hacer mucho énfasis en la situación ¿desesperanzadora? en la que me encuentro. Lo que tenga que sonar ya sonará, y sólo se vive una vez. Aunque de repente me dé por maldecir cómo me siento, doy gracias por esta rinitis alérgica, porque así le daré su valor justo a mi salud. Doy gracias por todo lo demás, así que aunque me estrese de vez en cuando, tiro mis preocupaciones al viento, y vivo la vida, sin ponerme a pensar demasiado.
Por eso, mi consejo es: no busque la felicidad, que ella vendrá sola a su puerta. Solamente hay que esforzarse por ser mejores, por hacer lo que tengamos que hacer con el mejor esfuerzo, y la felicidad llegará a nuestra morada de visita, mas no se quedará de planta.
Noor-Hal Cuellar
Es un ingenuo aquél que se lanza a la aventura de ir por el mundo, emprendiendo mil y una cosas en pos de encontrar la felicidad a su paso. Es algo absurdo. Mi humilde opinión intuye que aquellos que se lanzan a la búsqueda de un estado de absoluta alegría y felicidad, son como los aventureros españoles que abandonaron todo en pos de hallar las Siete Ciudades de Cíbola, o Eldorado. Malas noticias para ellos, el estado de absoluta y perenne felicidad no existe. Nuestra vida se desliza impasible entre claros y oscuros, somos una conjunción eterna del yin y del yang. Así como topamos a nuestro paso con desventuras y desaguisados, con infortunios y tragos amargos, la vida nos depara así mismo momentos de tranquilidad y sosiego, de alegría y entusiasmo, de sonrisas y diversión. Somos unos entes deambulando entre matices grises, ni blanco ni negro del todo.
Si uno busca a un ser humano feliz, lo encontrará viendo la televisión, escribiendo sonetos, corriendo contra el viento o divirtiéndose como niño. Sin embargo, si lo vigiláramos de cerca a cada momento de su vida, nos daríamos cuenta de que la misma no transcurre sumergida en la felicidad extrema, sino que es como cualquier otra, se mantiene oscilando entre crestas y valles, entre sinsabores y regocijos, entre desdicha y gozo. Sin embargo, hay algo intrínseco que le ayuda a definirse como feliz: saber valorar cada momento, y no dejar que las amarguras experimentadas le hagan renegar una costumbre. Luchan a menudo con las emociones negativas, y buscan siempre no darle demasiado peso a la teja que no tienen. Aprenden a valorar los momentos alegres que la vida les dispensa, y saben apreciar los tropiezos, porque les ayudan a justipreciar las ocasiones en que el júbilo visitó sus corazones y se sintieron inundados de un tremendo sentimiento optimista, y a darse cuenta que la vida no te da nada por seguro, y que hay que vivir el presente, dejando algo para el futuro, tomando ejemplo del pasado.
¿Por qué los seres humanos no nos damos cuenta de que el instante que nos quejamos amargamente de nuestra situación, es un instante desperdiciado en que podríamos realizar algo más provechoso? ¿Por qué tanta gente hasta se regodea emanando en cada poro de su piel la depresión, el desasosiego en el que viven, siendo que podrían ponerse en actividad y salir adelante si decidieran desterrarles?
El que lea esto debe pensar que la que escribe es una persona que flota en las ondas de la felicidad, y que ningún motivo de preocupación ataca su cabeza, y créame que no es así. Estoy desempleada, no he tenido chance de ir al gimnasio, las cosas no salieron como lo planée al estar grabando discos, y soy presa de una rinitis alérgica aguda, la cual extrajo toda mi energía física, y atormenta mis oídos, nariz y garganta con sus dolencias características, amén de otros quebrantos. Sin embargo, sé que la felicidad no es eterna, y trato de no hacer mucho énfasis en la situación ¿desesperanzadora? en la que me encuentro. Lo que tenga que sonar ya sonará, y sólo se vive una vez. Aunque de repente me dé por maldecir cómo me siento, doy gracias por esta rinitis alérgica, porque así le daré su valor justo a mi salud. Doy gracias por todo lo demás, así que aunque me estrese de vez en cuando, tiro mis preocupaciones al viento, y vivo la vida, sin ponerme a pensar demasiado.
Por eso, mi consejo es: no busque la felicidad, que ella vendrá sola a su puerta. Solamente hay que esforzarse por ser mejores, por hacer lo que tengamos que hacer con el mejor esfuerzo, y la felicidad llegará a nuestra morada de visita, mas no se quedará de planta.
Subscribe to:
Posts (Atom)