Me retrasé medio año en dar mi opinión acerca de la película "El codigo Da Vinci", y más de un año del libro del mismo nombre. Esto puede atribuirse a la cantidad de eventos y compromisos en mi agenda diaria, pero he hallado un pequeño espacio para dar mi opinión.
Debo confesar que no podía dejar de leer el libro hasta terminarlo. El estilo literario propio de un libro detectivesco me hizo dedicarle 1 día y medio para terminar de leerlo en su totalidad. Por una parte, me encantó el desenvolvimiento de la historia de Robert Langdon y Sophie Neveu, el desarrollo, etc: la típica historia del bien contra el mal.
El libro de Dan Brown debe tratarse desde dos diferentes enfoques: la novela detectivesca, y el tratado de historia y teología que viene a tratar de cimbrar las creencias de al menos un tercio de la humanidad. Viendo "El código Da Vinci" como la primera opción, me parece un libro magnífico y emocionante, que no pierde la atención de quien lo lee por el estilo que lo mantiene a uno pegado a la lectura del mismo.
En cuanto a la segunda, hay un aspecto muy importante que el mismo Brown menciona, y que la mayor parte de la gente que ha leído el libro omite en sus comentarios post-lectura. Es precisamente cuando nuestro héroe cuestiona la razón de no dar a conocer públicamente los "verdaderos" pormenores de la fe cristiana, de revelar al mundo que las creencias actuales tienen bases "erróneas". Recibe una respuesta que, en germen y signo, da las siguientes razones: las creencias actuales, erróneas o no, han llevado a la humanidad a cometer crímenes y a actuar erróneamente; sin embargo, también le han llevado a proceder en pos del bien del prójimo, y esas creencias impulsan a muchos a ayudar, a hacer el bien y a convivir en paz con sus semejantes. Solamente causaría daño y confusión tratar de sacar a la luz, hechos que transcurrieron hace ya un par de milenios.
La película lo resume de una forma más exacta: "Lo que importa es en lo que tú creas". San Pablo lo expresó como "la fe es creer sin necesidad de ver". Yo creo que Jesús es hijo de Dios, que murió en la cruz para redimir a la humanidad de sus pecados, y que de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. El haber leído el libro, o visto la película no desestabilizó mis creencias en lo más absoluto, sino que las fortaleció.
Un día entre en la página www.jesusdecoded.org, que consiste en una serie de ensayos de clérigos y teólogos acerca del libro, y coincido en una de las premisas que esgrimen en uno de ellos. El ser humano batalla en aceptar la dualidad de Cristo como entidad humana y divina, tal que trata de pintarlo más humano a guisa de entender la magnitud del sacrificio en que se erige la crucifixión. Como le ve como ente divino, no siente que haya sufrido tanto como lo haría un ser humano en una situación similar. Trata pues de verlo como humano, imaginándole presa de sus impulsos humanos. Sin embargo, uno no puede pensar en un Jesús más humano que aquel que dijo: "amad a vuestros enemigos, orad por los que os persiguen", "ama a tu prójimo como a tí mismo", etc. Tal vez queremos descalificarlo para no atender a sus enseñanzas, y seguir en nuestra trayectoria de frivolidad, egoísmo y vanidad. Preferimos poner en duda sus sabiduría argumentando que pudo haber sido esposo y padre, un ser humano común y corriente.
Esta es, pues, mi opinión. Creo firmemente en que caminó sobre las aguas y calmó las tormentas más fieras, así como creo que sanó úlceras corneales sin dejar cicatriz alguna.
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